La resiliencia es un término que no nació en el área de la salud, proviene de la física de materiales, básicamente son las cualidades de un resorte: Aguantar una fuerza compresiva, doblarse con facilidad y volver a su estado basal.
Sin embargo, con el paso del tiempo y sobre todo con la adopción de este término por parte de la psicología, la definición se ha convertido en algo más dinámico, no solamente es el volver a una situación basal sino, además, el poder convertir la situación adversa en un medio para aprender a ser mejor, a ser más fuerte y a vivir más feliz (2-4) y de esa manera ha ido ganando espacio en la política social, en la gestión empresarial o en la educación, entre otras áreas, eso sí, siempre con una connotación relacionada con la salud mental y buscando ir más allá de los tres elementos descritos para intentar potenciar sus beneficios.
Michael Rutter, psiquiatra infantil y experto en el estudio de la resiliencia, la define como <<un fenómeno manifestado por personas que evolucionan favorablemente, habiendo sido víctimas de estrés que, para la población general, comprendería un riesgo serio con consecuencias graves>>. Y es que hasta un 15% de los niños sometidos a situaciones estresantes, incluido el maltrato infantil, no parecen desarrollar síntomas importantes a largo plazo (1)
Invulnerabilidad: Se define como la completa resistencia a los efectos negativos de una situación estresante. Para autores como Smith (12), la resiliencia es más bien una parte del proceso de recuperación que, además, no es necesariamente el mismo en todos los eventos negativos, se modifica según el tiempo y las circunstancias negativas como tal.
Resistencia al estrés: Vendría a ser la respuesta inmediata a la situación adversa, la fase de recuperación temprana (13), la resiliencia sería parte del proceso inmediatamente posterior a esta primera respuesta, es en ese momento donde empezarían los procesos adaptativos.
Esta capacidad de adaptación es necesaria para delimitar nuestra definición, pero no es suficiente, el otro componente de la resiliencia es la FORTALEZA mental, y según Jones (14) podemos dividirla en 4 dimensiones:
En el entorno eminentemente pediátrico, Greenberg define la resiliencia como un PROCESO protector o positivo que reduce resultados maladaptativos en condiciones de riesgo (6)
Habría 3 grandes categorías de factores protectores según Greenberg:
Y si vamos a lo más básico, a la respuesta fisiológica, el factor estresante activa una respuesta que consiste en la activación del eje hipotálamo- hipófisis-suprarrenal (HPA), con la aparición de un pico de cortisol en suero a los 30 minutos post-exposición, seguido de una recuperación rápida a los 60-80 minutos (7, 8). La exposición prolongada a eventos estresantes puede conducir a enfermedades crónicas, estrés y secuelas persistentes.
Estos mediadores de estrés y sus receptores en el HPA son blancos de cambios duraderos a nivel epigenético (11). El mecanismo exacto por el cual ocurren estos cambios y como modifican el aspecto funcional y comportamental aún es desconocido.
En resumen la resiliencia es la relación entre una serie de mecanismos individuales de adaptación y fortaleza mental, y eventos externos tanto crónicos (entorno positivo, autoestima, redes interpersonales) como agudos (situación estresante, respuesta inicial al estrés) con un componente genético y dependiente de la personalidad, pero que se puede modificar en el tiempo, otro evento que podemos encajar en la NEUROPLASTICIDAD.
Hasta aquí hemos visto que la resiliencia se modifica según varios factores psicosociales del individuo, por esta razón, se han desarrollado programas para capacitar a la población en riesgo de depresión inducida por estrés, justo en esa dirección.
El programa READY (The REsilience and Activity for every DaY) se centró en LOS SIGUIENTES PUNTOS(9):
Este trabajo se llevó a cabo durante 11 sesiones en las que se incluía: actividad física, mindfulness, amplificación del pensamiento (Defusión), aceptación, valores, conexión social, relajación y actividades agradables, y activando estrategias de resolución de problemas.
El estudio valoró la respuesta a la estrategia, mediante varios cuestionarios específicos para Salud mental y aceptación; además se tuvo en cuenta la actividad física según intensidad, los participantes cuantificaban los pasos diarios mediante un podómetro, se hizo seguimiento del peso y, además, se midieron algunos parámetros en sangre (Glucosa, colesterol total, proteína C reactiva y cortisol)
Se consiguió un efecto claramente favorable sobre las medidas de aceptación, dominio del entorno, emociones positivas, atención plena y crecimiento personal; efectos moderados sobre medidas de estrés, autoaceptación, valoración de la vida, autonomía y depresión; y prácticamente no hubo cambios a nivel físico y hematológico, cabe aclarar que el estudio se realizó en pacientes sanos, no era esperable encontrar grandes cambios en estos apartados.
En otro estudio, también realizado en población sana (10) y dirigido específicamente a valorar los efectos del ejercicio y la resiliencia, encontró que los participantes que hacían ejercicio regular enfrentaban mejor el estrés agudo que los sedentarios.
De interés capital es lo que concierne a las emociones positivas, en los diferentes estudios descritos en este artículo, los participantes que experimentaron frecuentes emociones positivas, se definen como más satisfechas no solo porque se estaban divirtiendo, sino porque crearon recursos que los ayudan a lidiar con una amplia gama de desafíos de la vida – -> Resiliencia (15). Las emociones positivas predijeron el crecimiento de la capacidad de recuperación del ego, un recurso psicológico que ha demostrado ser útil para lidiar con estresores leves y severos.
Así que ver el lado positivo de las cosas, llenarse de momentos positivos, que en gran medida dependen de uno mismo en los momentos en los que no estamos sometidos a estrés parece ser una parte fundamental para sortear mejor los momentos en que decidir es más difícil. Cada individuo piensa, siente, quiere, analiza y crea, según el tiempo en el que vive, así que completando nuestra frase de Ortega y Gasset:” Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”
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