Para que entendamos fácilmente el problema de los ultraprocesados podemos centrarnos en un artículo publicado en el 2019 (19).
Esta investigación se realizó en adultos con una media de edad de 31 años y un índice de masa corporal medio de 27, entre ellos se formaron dos grupos, el primero consumió una dieta exclusivamente compuesta por alimentos ultraprocesados por dos semanas, mientras el otro siguió una dieta exclusivamente con alimentos no procesados, para después cambiar durante las siguientes dos semanas; de tal manera que el primer grupo hizo dieta solo con no procesados y el segundo grupo se alimentó exclusivamente con ultraprocesados.
En este se observó que durante las dos semanas de consumo de ultraprocesados los participantes aumentaron una media de 1 Kg, mientras que en las dos semanas en que siguieron la dieta no procesada perdían una media de 1 Kg; Esto se explica por un mayor consumo de carbohidratos y grasas en la dieta con ultraprocesados. En ese mismo sentido, el consumo medio de calorías diarias era de 2500 durante los días de alimentación no procesada, y subió a 3000 calorías en los días de alimentos ultraprocesados. Se puede concluir que es importante disminuir el consumo de ultraprocesados como método para combatir la ganancia de peso.
Desde hace varias décadas nos veníamos preguntando sobre las causas del visible aumento de la obesidad a nivel mundial, y ya habíamos podido establecer una relación directamente proporcional entre el consumo de comidas rápidas y el índice de masa corporal (11), hasta que finalmente aparece la obesidad como problema del adulto (14)
Esto último es lo suficientemente claro como para que Sean Westcott, gerente de Investigación y Desarrollo de la unidad de negocios de Nestlé Food, aceptara que la obesidad es un efecto secundario “no esperado” del aumento de la disponibilidad de los productos ultraprocesados que su empresa ofrece (1).
En la actualidad no existe ninguna duda sobre el efecto de los ultraprocesados en la multiplicación del problema de la obesidad en el mundo, incluida la que aparece en grupos que no sufrían de este problema, como los niños o los habitantes de países en vías de desarrollo.
Aclaremos que la industria de los ultraprocesados amenaza nuestra salud por diferentes vías, unas indirectas como el uso de monocultivos o la pérdida de territorio por parte de pequeños grupos de población, y otras directas, que están derivadas de su consumo, nos centraremos en estas últimas.
Podemos resumirlas en estos puntos:
A partir del surgimiento de la clasificación NOVA en el 2009, hemos aumentado la lista de enfermedades asociadas al consumo de alimentos ultraprocesados, el número de artículos que podemos encontrar en pubmed (algo así como nuestro “google” de artículos médicos) pasó de 2 en 2012, a 124 en 2019 y a 361 artículos en el momento en que escribíamos esta entrada.
Más allá de que cada artículo valora el riesgo adicional de padecer determinada enfermedad, debemos tener muy presente que casi todas las enfermedades de las que vamos a hablar tienen entre sus causas la obesidad. Y es que, parafraseando a Carlos Monteiro, la obesidad es el vector de las enfermedades crónicas que más incidencia presentan en la actualidad. Pero veamos algunos problemas ya demostrados por la comunidad científica:
El consumo de alimentos ultraprocesados predice un mayor riesgo de padecer dislipidemia (aumento de grasas no saludables en sangre) en la infancia (13) enfermedad cardiovascular y síndrome metabólico en los adolescentes (12).
Un aumento del 10% en la proporción de alimentos ultraprocesados en la dieta se asoció con un aumento significativo de más del 10% en el riesgo de padecer cualquier tipo de cáncer, incluido el de mama (20).
En un estudio analizando población española, se observó una asociación positiva entre el consumo de alimentos procesados e hipertensión (21)
Un estudio francés realizado en más de 100.000 personas encontró un aumento del riesgo de padecer diabetes al aumentar el consumo de ultraprocesados (23).
En Gran Bretaña se espera una disminución del 13% de la mortalidad en 2030 por este tipo de enfermedad, simplemente remplazando los alimentos ultraprocesados por otros menos procesados o NO procesados (22).
Dos de los estudios más grandes acerca de salud y ultraprocesados son el NutriNet-Santé, realizado en Francia (16) y el SUN, realizado aquí en España por la Universidad de Navarra (18), en los dos también se encontró una asociación entre el consumo de ultraprocesados y el riesgo de depresión.
Y podríamos hablar acerca de otras enfermedades, pero aún nos falta hacer estudios más grandes y dirigidos para poder hablar con más propiedad. Si tienes que quedarte con solo una idea, grábate la siguiente conclusión publicada en la revista JAMA en 2019:
Como vimos en el primer artículo de esta serie de ultraprocesados, el procesamiento de los alimentos hace parte de la historia de la evolución humana y ha ayudado en el mantenimiento del equilibrio con el entorno; sin embargo, los ultraprocesados atentan contra dicho equilibrio y posiblemente harían que nuestra forma de evolucionar diera un giro de 180º.
En nuestra consulta nos encontramos con que el consumo de ultraprocesados no viene solo, este va acompañado de un estilo de vida no saludable, por lo que hay que buscar siempre otros problemas como el sedentarismo, los trastornos del estado de ánimo, la mala relación de la persona con la comida, el consumo de otras sustancias igualmente nocivas para la salud como el tabaco o el alcohol.
Solemos ver en estos pacientes una mayor dificultad a la hora de enfrentar su enfermedad, y cuando no hay una modificación de estos patrones de conducta es fácil volver a consultar por alguna de las enfermedades que mencionamos previamente.
Puedes consumir alimentos de este tipo, pero te recomendamos hacerlo igual que con el alcohol, es decir, a la luz de una actividad social en la que posiblemente estés compensando esas calorías vacías con la mayor conexión social en un momento determinado. NO deberían ser parte de tu plan diario o incluso semanal de alimentación. Según la OMS el azúcar añadida proveniente de los ultraprocesados no debería exceder el 10% del total de la dieta.
Y hacerlo correctamente. Tenemos que educar a la gente en reconocer la importancia de nuestras tradicionales formas de procesar los alimentos y los beneficios que de ello tomamos.
Países como Chile han logrado que la industria de ultraprocesados ponga en la cara frontal de sus envases advertencias acerca de los ingredientes que contienen. Aunque este no es un sistema perfecto, si que ha logrado disminuir considerablemente el consumo de azúcar proveniente de estos alimentos.
Si la forma como consumimos ultraprocesados se parece más al consumo de tabaco que al de cualquier alimento en sí, entonces deberían tener una regulación más similar a la de la industria del tabaco y no una más laxa que la de los alimentos enteros.
No puedes decir que un alimento es más saludable si no lo es, además, no debes poner imágenes que no tienen relación con el producto y que terminan condicionando la decisión de lo que terminas comprando. No debería permitirse el que haya máquinas con estos productos en Hospitales o colegios.
El secreto está en ver la alimentación como una forma de relacionarnos con el entorno y con nosotros mismos. Es importante además el tomar las riendas de nuestra salud y esto incluye ser plenamente conscientes de lo que vamos a comer, de su valor nutricional, de su origen, de los procesos de transformación que ha sufrido un alimento antes de que llegue a nuestro plato.
Si debemos conocernos a nosotros mismos y además somos lo que comemos, entonces es mandatorio conocer lo que comemos.
Un agradecimiento especial al Dr. Gustavo Cediel Giraldo, Nutricionista de la Universidad de Antioquia, con máster y doctorado en nutrición y alimentos de la Universidad de Chile y estudios de posdoctorado en la Universidad de Sao Paulo al lado del Dr Carlos Augusto Monteiro con el trabajo «Consumption of ultraprocessed foods, nutritional profile of diet and obesity in seven countries”
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